jueves, 30 de agosto de 2012

Dexter

Tarde como siempre, termino de ver la primera temporada de Dexter. Me parece que hay seis. Es una serie excelente y creo que existe otra razón más allá de su desarrollo tan bien construido, sus buenas tramas en cada capítulo y sus personajes bien logrados, como el propio Dexter, o Deb, su hermana. Me parece que su gran éxito radica en el profundo extrañamiento que provoca su forma de lidiar con dos obsesiones norteamericanas: el asesino serial y el vigilante superhéroe. 

En realidad, Dexter es una serie bastante conservadora en cuanto a su ideología, al menos en apariencia. La mayor parte de los criminales y asesinos que aparecen son en realidad sujetos aislados, malos en sí mismos, y no existe demasiada relación entre ellos y el sistema político y económico del cual forman parte. Este hecho permite la perfecta duplicidad de la vida de Dexter, un asesino serial atado a un código moral estricto según el cual él sólo puede matar a otros asesinos: por un lado, trabaja como forense para un sistema policíaco que si bien tiene ciertas limitaciones intelectuales, es hasta cierto punto eficiente y siempre honesto, y por el otro, es el superhéroe que se dedica a lidiar con aquellos casos que a la policía se le escapan de las manos. 

De esta forma se unen alrededor de un mismo personaje dos ámbitos en realidad no tan disímiles. La historia del vigilante que, forzado por un hecho pasado tormentoso, decide hacer justicia por la propia mano contra aquellos tipos alienados que se pasan la vida atormentando a la sociedad y la historia de un cuerpo policíaco batallando cada día por que se preserven la ley y el orden. En realidad la vida de Dexter no es tan ambivalente: a final de cuentas, con ambas identidades se enfrenta a exactamente el mismo mal y en ambos casos lo hace bajo un código moral casi idéntico y con los mismos recursos ya que tanto en su trabajo como en su quehacer vigilante, Dexter emplea toda una parafernalia técnico-científica tan apreciada tanto por las series policíacas (CSI, para no ir más lejos) como por ciertos superhéroes (Batman). 

¿Y lo de asesino serial? En efecto, he ahí donde radica la peculiaridad de la serie. No tanto en que Dexter mate, sino en que mata por necesidad psicológica, por compulsión. "No puedes ser un vigilante y un asesino" le dice su hermano sobre el final de la temporada, pero ¿de verdad no? ¿que no es eso lo que siempre han hecho los vigilantes? Ese, creo, es el meollo del asunto: Dexter encarna en un mismo cuerpo al gran prototipo del héroe norteamericano, el superhéroe invencible, y a su peor pesadilla, el asesino serial psicótico y diluye cualquier tipo de distinción entre ambos, creando así una genealogía alternativa del vigilante. Su naturaleza hace trastabillar al gran paradigma popular de la heroicidad, así como nuestra forma de desear de justicia. Las series de televisión tienen una facilidad muy peculiar de irse transformando a sí mismas –mucho como las novelas de Eugene Sue en el XIX– y no sé que me depararán las siguientes cinco temporadas. Pero por ahora creo que es en esto en donde radica su tan especial y atractiva extrañeza: en sugerir la idea de que, visto de cierta forma, todo superhéroe es en el fondo nada menos que un compulsivo asesino serial. 

miércoles, 11 de julio de 2012

It's me, Mario

La única consola que he tenido en mi vida se llamó Super Nintendo. Creo que ya no existe. Como se podrá sospechar, nunca he sido un buen aficionado a los videojuegos. Por alguna razón, me aburría rápidamente, no era como casi todos mis amigos que llegaban cada día a clases a contar las proezas logradas la tarde anterior: en el 64, en el Game Cube y más tarde en el Play Station. Mi mamá los odiaba, los odia de hecho, y me imagino que yo he tenido que cargar con algo de ese odio, al menos en su versión transformada en indiferencia. 

Pero amaba mi Super Nintendo (aunque en realidad fue un regalo de navidad para mi hermana grande). Y todo gracias a un juego que me obsesionó por años. Era uno de los pocos que tenía (creo que en total eran tres): Super Mario World. Esa novela de caballerías donde el caballero y su escudero son plomeros italianos, la montura es una especie de dinosaurio llamado Yoshi (que podía adquirir varios colores) y comer hongos, de modo extrañamente semejante a la vida de acá, te puede hacer crecer, dar vida o matarte. Esa novela interactiva que le quitó la chamba a Rayuela, ese videojuego que se convirtió en una de las mejores ficciones. 

Casi nunca lo jugaba. Super Mario World tenía un espacio reservado en mi vida. La actividad estaba apartada para las vacaciones, cuando llegaban de visita mis dos primos de Aguascalientes. Luego de que cumplieran las formalidades y de que se instalaran en mi casa, nos sentábamos frente al televisor durante quién sabe cuántas horas y días. Nuestra misión, interrumpida por los meses separados, era pasar juntos ese mundo de aventuras y de ficción: como Luigi y Mario. No sé cuánto tiempo nos tomó, creo que años. 

Recuerdo muy bien los momentos en los que reflexionábamos sesudamente cómo encontrar la salida para cierto nivel complicado o cómo nos sorprendíamos cuando encontrábamos desvíos inesperados (como la estrella intergaláctica). Sonrío al vernos mejorando nuestra técnica de juego como si nuestra misión fuera de vida o muerte, nuestra necedad en hacer un intento más a pesar de que ya nos teníamos que ir a dormir, los corajes que hacíamos cuando aparecía la pantalla negra y un letrero blanco que decía Game Over, acompañado de una música derrotada.

Me invade una gran nostalgia cada vez que recuerdo la estética de ese juego, como ahora, que otra vez tengo insomnio y pienso en todo esto: en los colores noventeros, casi fosforescentes; en las formas de los mundos, de las montañas, de las nubes; en esa música legendaria que acompañaba incansablemente al juego y que cambiaba de motivo según el tipo de mundo al que se ingresaba (agua, cueva, tierra, aire); en el modo en el que se rompían los tabiques cuando les pegabas. En el Bosque de las Ilusiones, el castillo del malvado Ludwig Koopa Jr., en la lava, el agua, en los erizos rojos. Me acuerdo también que cuando lo pasamos por completo un dejo de insatisfacción rodeó al último de nuestros triunfos: se terminaba lo que nunca pensamos que lo haría, salían los créditos finales de un mundo que nos había encantado, finalizaba una misión que nos había unido a mí, a Joaquín y a Esteban, y tengo la sensación de que ninguno de los tres queríamos que sucediera del todo.

El otro día traté de prender mi Nintendo: no funcionó. Hice todo lo que se hace en ese caso: volví a conectar los tres cables, saqué el casette y le sople a la parte de abajo para remover el polvo, lo conecté a otra televisión. Nada. Supongo que, de querer, podría conseguir otro, sobretodo en esta ciudad. Incluso otro casette de Super Mario. Pero no tiene sentido. Walter Benjamin, en uno de esos fragmentos que es su obra (que es como este videojuego pero en filosofía), decía que las cosas solamente adquieren todo su significado una vez que ya no existen: son las ruinas las únicas que pueden guardar a un espacio y un tiempo por completo dentro de sí, inamovible, completo. 

El otro día traté de prender mi Nintendo. Saqué la consola, puse Super Mario por última vez en la rendija, moví hacia arriba el botón morado que decía POWER. Pero en la pantalla no apareció el juego, nunca salió la opción para elegir entre un jugador o dos. En su lugar apareció el recuerdo de la emoción compartida cuando pasábamos un nivel, los festejos, a mi primo chiquito haciendo una especie de baile de triunfo, la facilidad con la que pasaban las horas cuando estábamos juntos. Apareció la impaciencia con la que me despertaba el día en que llegarían para quedarse en mi casa, nuestros gritos y nuestras risas sin parar. Como cuando éramos felices. 

domingo, 8 de julio de 2012

Venice Beach (¿Alguien me lleva?)

 "If I go, I'm going crazy" Isakow

























1 Cerveza Anchor.

1 Combo Double-Double de Cheeseburger del In-  N-Out.

1 Sol Pacífico.

Nostalgia de esa época que viendo el Pacífico, comiendo hamburguesas y creando películas sin parar pensó que ahí se vivía el final de los tiempos

Tengo que ir ¿Quién me lleva? Por favor



viernes, 29 de junio de 2012

Cravan vs. Johnson

[Tuve a bien encontrar en una librería de esta ciudad el libro Maintenant (Caja Negra, 2010), recopilación de textos, crónicas, noticias y testimonios sobre o escritos por Arthur Cravan (Francia, 1887), mítico ser humano y, según una notica del New York Herald del 21 de abril de 1917 , "poeta, campeón de box amateur, crítico de arte y director de una revista". Transcribo a continuación una declaración hecha por Cravan sobre el boxeador Jack Johnson, quien derrotó al francés en una plaza de toros en Barcelona, año 1916]


Su izquierda es un poco baja, y es la mano que más utiliza, apoyándose sobre la pierna derecha. Es un boxeador defensivo. Johnson tiene algo de nuevo rico. Había comprado muebles en Barcelona por veintisiete mil pesetas y, poco tiempo después, cuando yo me encontraba con él en un hall de un hotel, cerca de otra persona, me dijo: "Háblale a ese tipo", haciendo alusión a sus compras. "Pero no lo conozco", protesté. "No importa, háblale igual", replicó el gran exiliado. Tiene algo de nuevo rico, pero  más aún algo de rey; sus párpados son reales: es una suerte de Luis XV. En el hotel, cada vez que se presentaba un periodista, decía: "Otro de esos inmundos reporteros". Para verlo, un periodista debía esperarlo de pie durante dos o tres horas. Cada vez que le presentaban una cuenta, decía: "¡Mañana, mañana!", y completaba la frase con un despectivo: "¡Pídanle dinero al campeón del mundo!"No digo esto para rebajarlo: es un estafador, y en otros momentos un verdadero niño. Fuera del ring es un hombre de escándalos -lo aprecio mucho por esta razón. Excéntrico, animado, es bueno por naturaleza y gloriosamente vano. Detrás de todo lo que tiene alguna relación con Johnson hay una jauría de policías. Siento por él una gran admiración. Lo había conocido un poco en París antes de que nos enfrentáramos en Barcelona para concluir el combate. Fue en un club nocturno y como yo me rehusaba a hacer lo que él quería, se enojó. Me golpeó en la mandíbula y la cosa terminó en una trifulca general. Al día siguiente se podía leer en los periódicos españoles: "Hubieran sido necesarios titanes para osar interponerse. Ninguno de los dos estaba en la mejor condición física. Rápidamente me quedé sin aire. Lo que más me molestaba era su izquierda: con ella me mantenía a distancia. Sin embargo, mide cinco o seis centímetros menos que yo. Es, en la estela de Poe, Whitman y Emerson, la gloria más grande de América. Si aquí hubiera una revolución, combatiría para que se lo entronizara Rey de los Estados Unidos. (The Soil, No.4)

martes, 19 de junio de 2012

Insomnio (fragmento)

En medio del insomnio, bocabajo y bocarriba, E. recuerda una imagen de su infancia. Está con su mamá en un Blockbuster lejos de su casa. Una vez en la fila, su mamá se distrae en el momento en el que decide robar unos chicles o una pelotita rebotadora y se los guarda en la bolsa. El robo sale a la perfección, ni una sospecha, ni un impedimento, ni un imprevisto. Pero E. no puede disfrutar de su triunfo: se arrepiente. Se pasa todo el camino de regreso y buena parte de la película ansioso, seguro de que iría a la cárcel, de que se darían cuenta. Lo atraparían por ladrón. Esa noche, como esta otra, E. no puede casi dormir pues su cabeza sólo puede pensar en el castigo que pronto sufriría por haber hecho las cosas mal.  

martes, 12 de junio de 2012

Alfabetiza (ADECO): Apoyo vía Global Giving


Copio este mensaje de los amigos de Adeco, un grupo de jóvenes que organizan cada año campañas de alfabetización en el país muy bien planeadas. 

Amigos!
 En Adeco, (Acciones para el Desarrollo Comunitario, A.C.) estamos comprometidos con fortalecer la organización y participación comunitaria a través de procesos educativos que desarrollen capacidades y herramientas para transformar la vida de las personas. Una de las formas en que hacemos esto es a través del proyecto ¡Alfabetiza! Campaña de educación para adultos, que busca que los habitantes de distintas comunidades rurales inicien un proceso de organización en su comunidad a partir de clases impartidas por jóvenes que se capacitan para ser alfabetizadores.
Este 14 de junio tu donativo para apoyar a ¡Alfabetiza! puede crecer hasta un 30% gracias a Global Giving, quién realizará una aportación extraordinaria a la cantidad que dones únicamente este día. Global Giving es una plataforma internacional para la recaudación de fondos. Es un espacio seguro que busca dar a conocer proyectos de calidad y organizaciones confiables como nosotros.
RECUERDA QUE SOLO ES EL 14 DE JUNIO ENTRE LAS 00:00 Y LAS 24:00 HORAS DE NUEVA YORK recordemos que es una hora más allá, así que puedes comenzar a donar el miércoles 13 a las 11 de la noche de México!!!
Agradecemos tu compromiso y convicción con una manera distinta de mirar y hacer la práctica educativa y el desarrollo comunitario en tanto actividad transformadora de la vida de las personas.

 No olvides, el 14 de junio de 2012 entra a la página del proyecto dentro del sitio GlobalGiving.org y sigue estas sencillas instrucciones:

1. Selecciona una de las cantidades asignadas a distintos rubros del lado derecho de la página, o bien, escribe la cantidad que deseas donar.
2. Da click en "donate".
3. Escoge la forma de pago. Para ciudadanos de Estados Unidos, hay varias formas, pero para quienes donan desde México y otras partes del mundo, lo mejor es seleccionar la opción de pago con tarjeta de crédito.
4. Llena el formulario que aparecerá a continuación para poder hacer el donativo. La información que proporciones y el cobro a la tarjeta son totalmente seguros. Las donaciones se pueden hacer a tu nombre o de forma anónima.
 Otra forma de apoyarnos es difundiendo esta información entre todos tus contactos, ya sea reenviando este correo, o bien, entrando a la página del proyecto, en donde puedes buscar la sección que dice "Promote This Proyect On Your Site" del lado derecho de la página, para que puedas enviar un mensaje a tus amigos o pegar un vínculo en tu perfil de Facebook o Twitter invitando a donar.
¡Muchas gracias!
Adeco

miércoles, 16 de mayo de 2012

Error

                     "Ni la vida ni la muerte, sino la obsesión de una por la otra" Jaques Derrida, Las muertes de Roland Barthes

Hace unos cuantos días me preguntaba por qué nos gustan tanto, ahora, esas fotografías que fingen ser de otro tiempo. En realidad la pregunta tendrá que seguir sin respuesta, en realidad sean probablemente otros los que a posteriori vengan a explicarnos nuestra propia época, cuando nosotros tal vez ya ni estemos por aquí. Sólo puedo aventurar una idea, la única que tengo aquí y ahora.

¿Por qué anhelamos esas filtraciones de luz que en otro tiempo eran errores de las cámaras, por qué nos gusta que las fotos parezcan teñidas por el sol, por los años o por su reclusión en un álbum olvidado? La "parodia –decía Claudio Magris– es sobretodo nostalgia de algo perdido e inalcanzable, de algo que no podemos alcanzar y expresar directamente sino que sólo podemos aludir y evocar indirectamente"¿Qué es, entonces, aquello que tratamos de alcanzar en la repetición del error fotográfico pasado? ¿Será que nos damos cuenta que sólo somos el resultado de una serie de errores, de fallas y buscamos a tientas y en donde podemos, y sin mucho tino por cierto, aquello que nos podría explicar?

Como si las equivocaciones de las cuales somos producto se encontraran escondidas ahí detrás de una foto poco nítida, de un color mutado, de un traslape de tomas. Como si la reivindicación de los accidentes del pasado permaneciera como la única manera de aceptarnos tal cual somos. Pero es también la forma que tenemos de cantar a esa otra época que, a pesar de estos errores, nos resulta más feliz. Sabemos, en el fondo, que tampoco lo era, pero la parodia sirve justamente para sentir nostalgia de otra época, nostalgia que es siempre deseo de recuperar ilusiones y certezas ya imposibles de tener, y  también es, la parodia, uno de los recursos para expresar nuestra infelicidad. Por eso es cíclica: nos gustan estas fotos porque es nuestra forma de perdonar, de redimir las fallas de fábrica de las que somos resultado y a la vez las expresamos como un perdón, fotografiado de antemano, para todos aquellos a los que, lo sabemos, sólo vamos a poder heredar una nueva serie de errores.