viernes, 16 de abril de 2010

Arquitectura y Literatura

Esta semana un muy buen amigo me invitó a su escuela a platicar sobre una posible relación entre dos disciplinas: la arquitectura y la literatura. La idea de estas pláticas es, básicamente, que sean dadas por jóvenes, ya sea por profesionales con sus primeras experiencias en el trabajo o por estudiantes -como es mi caso-, y que muestren un poco nuestra manera de ver y entender las disciplinas que trabajamos y queremos.
Yo agradezco mucho a este amigo por haberme dado la oportunidad de presentar en estas pláticas. En primera, por supuesto, agradezco el hecho de que él piense que vale la pena que yo presente algo. En segunda, fue muy agradable y divertido ir a platicar y a escuchar a los demás -todos arquitectos- hablar sobre su concepción de la arquitectura y su relación con la filosofía y con la vida misma. Y, en tercer lugar, agradezco otra cosa de la cual trataré de hablar adelante.
Creo que preguntarnos la relación entre lo que hacemos y alguna otra cosa puede ser muy fructífera. A veces estamos demasiado inmersos en un microcosmos y cuando por alguna razón salimos de ahí, podemos ver ese microcosmos desde otra perspectiva y aprender cosas nuevas desde ahí. En este caso, cuando mi amigo me dijo que pensara en una relación entre la literatura (mi microcosmos) y la arquitectura, me puse a pensar y este pensar me llevó a ver algunas posibilidades dentro de la literatura que quizá ya sabía pero que no había podido explayar o explorar un poco más a fondo. En este sentido fue muy interesante para mí preparar el tema de la platica pues me permitió explorar mi propia disciplina a través de una relación diferente, a través de un paralelo con la arquitectura.
Aquí dejo el texto que preparé, texto plagado de errores y de rarezas por que fue preparado para ser hablado, no leído y que, como cualquier producto de la tradición oral, tiene cosas que no se dijeron y no tiene cosas que sí fueron dichas; incluso falta el dibujo de un estadio pero yo no sé dibujar en la computadora. En fin creo que de todas formas da una idea general de la platica que presenté.

martes, 6 de abril de 2010

Scrubs: In Memoriam

Mijail Bajtín, uno de los grandes teóricos del siglo XX, decía que existe una risa muy particular, una risa que se distingue de la risa tonta y de la risa grosera, por ejemplo, pues esta risa, "la risa ambivalente", como él la llamó, tiene la característica particular de parodiar y hacer burla al mismo tiempo que produce y alumbra nuevas formas, nuevas ideas y nuevas voces. Un buen amigo me ha dicho hace bien poco que Scrubs, mi programa de televisión favorito, ha terminado de una vez por todas; esa es la razón de esta entrada. Y la razón por la que menciono a Bajtín es porque yo pienso que Scrubs es uno de esos programas en donde la risa alcanza ese nivel del que hablaba el teórico ruso.
Todo empieza en el principio. Casi todas las series cómicas gringas utilizan risas grabadas con el "objetivo" -supongo- de guiar al receptor, de decirle cuándo y cuánto (ya que se intensifican cuando sienten que un chiste es buenísimo) tiene que reír. Scrubs no lo hace, Scrubs optó por la libertad, por la decisión del receptor. Para mí esto tiene dos virtudes enormes: la primera es que no es lo suficientemente soberbio como para decidir cuáles de sus chistes son buenos, y, en segunda, deja la risa al espectador, deja que cada quien se ría de lo que quiera y, al hacerlo, deja la risa -o sea, el éxito de la serie cómica- en el receptor, no en sí mismo.
Después viene mucho más. Scrubs enseña que la vida no es unidad, enseña que es mucho más. El escenario de la comedia es un hospital, paradigma de lo serio, los personajes son todos complejos: J.D. es, por ejemplo, a la vez talentoso y a la vez infantil; Dr. Cox es insensible pero a la vez no; Todd es un imbécil y es también un excelente cirujano. Scrubs parodia, además, todos los status quo de la sociedad americana: el hombre obsesionado por el placer sexual (Todd, et. al.), el galán que resulta no ser tanto (Turk), la güera rica que resulta no ser tonta (Elliot), la latina obsesionada por recuperar unas raíces completamente perdidas (Carla), etc... Y de todos estos choques, de todas estas parodias hacia los paradigmas sociales, surge esa risa ambivalente que enseña, que propone nuevas formas de entendernos a nosotros mismos. La complejidad de los personajes, la combinación de éstos con el lugar donde trabajan (un lugar relacionado con la muerte), las amistades y los conflictos crean una serie muy compleja en donde hay burla pero también hay mucho más.
Scrubs, entre otras cosas, enseña que la seriedad y el humor no están peleados, que somos mucho más que una faceta, que estar despiertos y estar dormidos no son cosas tan diferentes y que trabajar e imaginar son cosas igualmente valiosas. Scrubs se burla de muchas cosas y lo hace proponiendo nuevas formas de entender el mundo, nuevas formas de entendernos: parodiar lo establecido, mostrar lo complejos que son en verdad los paradigmas sociales, crear la risa en donde huele a muerte y unir seriedad con humor son sólo un puñado de ejemplos que se me ocurren. Hoy se va este maravilloso programa, pero se va con el recuerdo, con mí recuerdo al menos, y con mi profundo agradecimiento, no sólo por las horas y horas de carcajadas que me regaló, sino por enseñarme que podemos reír cuando sea y donde sea, porque ahí donde existe la risa, la parodia, está la semilla para cambiar lo establecido en este mundo siempre deseoso de establecer la norma y la unidad. Hasta siempre Scrubs.