martes, 20 de octubre de 2009

La obra infinita

El día de hoy fui a una conferencia impartida por el Dr. Jacques Joset, profesor emérito y gran figura de la Universidad de Lieje. Esto viene a cuento ya que la conferencia inició con una cita de Jorge Luis Borges en la que éste decía que un texto nunca es definitivo. Me parece, auditorio, que vale la pena que al menos pongamos esta cita y lo que ella implica sobre la mesa. Habrá quienes, defendiendo la obra intelectual del autor digan que por supuesto que es definitivo en tanto que es lo que el autor ("dueño de la obra") quiso hacer. Otros, fielmente atados al texto dirán con un derroche de "sentido común" que lo que a ellos les importa es lo que ven, o sea, el clásico "ver para creer" de Tomás. Pero otros, finalmente, dirán que el texto no es definitivo en tanto que falta una pieza clave para que la obra literaria funcione: el lector. Y es que a lo que se refiere Borges, y que más tarde dirían desde distintas perspectivas Eco, Fish, Culler y la Escuela de la Recepción, es que el texto no sólo es incompleto sin un lector que se lea, sino que el hecho mismo de que se necesite un lector y que este nunca vaya a ser uno sólo hace que el texto nunca sea definitivo, que tenga una diversidad de lecturas, de interpretaciones, y de reacciones, todo esto condicionado por muchísimos factores de muchísimas índoles como puede ser el idioma, la cultura, la condición socioeconómica, el contexto de experiencias personales, y demás. Y es que es imposible y absurdo pensar en la posibilidad de que sólo haya una interpretación, o sea, un archilector que todos los lectores reales representaran. Por supuesto que hay crítica más válida que otra, interpretaciones mejor y más profesionalmente hechas que otras, etcétera; pero el hecho de que estas interpretaciones existan y deban ser tomadas en cuenta por lo estudiosos de la literatura no desmiente el hecho de que en la vida real, en el lector común lo que pasa con la literatura es un juego en el que todo el tiempo participa el lector con su propio mundo, con sus propios intereses y con su propio bagaje cultural.

jueves, 15 de octubre de 2009

El Carnaval y el Decamerón

La obra literaria, dice Bajtín, ha adoptado y absorbido los significados del carnaval. Esto lo llama carnavalización. El carnaval implica siempre una duplicidad, un doble sentido al por mayor; es ese espacio donde por un tiempo se es lo que normalmente no se es. Es un mundo al revés, un mundo de ser lo Otro, lo ajeno. Es un mundo donde la risa es risa por burla pero también por diversión, donde la corona es poder y destronamiento, es todo duplicidad. Ahora bien, Bajtín dice que cada época tuvo y tiene más carnaval y menos carnavalización o al revés. Pero en la Edad Media, carnaval y carnavalización literaria conviven y se retroalimentan (duplicidad otra vez) y es tal vez una época que nunca se repetirá. Y es en esta época que encontramos una obra capital de la literatura occidental, el Decamerón de Giovanni Bocaccio. Esta obra es una verdadera carnavalización literaria, y lo es no sólo en un sentido, sino en dos, o sea, en una duplicidad de nuevo (como todo en el carnaval). Primero es en su significado textual. La obra gira en torno a temas completamente "al revés" de lo que la literatura de la época contaba y además es una burla al mundo normal que en verdad sólo oculta otro. Así pues, el Decamerón es una parodia de todas las jerarquías sociales y de los comportamientos "normales" de la gente. Por eso vemos, por ejemplo, al religioso cojiendo con una inocente y además diciendo que estaban "metiendo al diablo en el infierno", que es una absoluta burla del lenguaje y los conceptos católicos. El otro motivo por el cual la obra es carnavalizante es por que el autor mismo la escribió, y al escribirla sabemos que la valoraba y demás, pero por otro lado le daba pena enseñarla al mundo (en especial a su mejor amigo, Petrarca); esto es una ambivalencia también, escribir y no querer mostrar. Es por eso que creo que esta obra tan genial es una perfecta representación de lo que Bajtín quería decir cuando nos hablaba de carnavalización literaria.

miércoles, 7 de octubre de 2009

El Laberinto

Parsifae, esposa del rey Minos, fue seducida por el mismo toro que Minos había pedido como señal a los dioses (la dicha de hoy es la desdicha del mañana ¿verdad?); como resultado a esta seducción, la reina cretense tuvo un hijo, con cuerpo de hombre y cabeza de toro: el Minotauro. Minos, avergonzado, hace construir a Dédalo, el gran arquitecto, un laberinto para guardar a esta criatura. Nadie encontró nunca la salida a ese laberinto y todos morían a manos del minotauro; todos excepto Teseo que entró amarrado con un hilo para recordar, después de matar al minotauro, la salida del laberinto.
En este mito encontramos sentadas las bases de lo que sería la razón, camino de la verdad en el mundo de occidente. Permítaseme. El toro, animal seductor y provocador de los más atroces y más impulsivos deseos del hombre es la representación de Dionisios, el dios griego de los instintos y de las fuerzas vitales y extáticas del hombre. Pero aún el Minotauro, mitad hombre mitad bestia, también Dionisios, pero el Dionisios que todos llevamos dentro: el de nuestros instintos, el de las pasiones. Y Teseo, por su parte, representa la parte Apolínea (aunque con reservas, como apunta Girogio Colli) y sobre todo la parte de la techné, el uso del pensamiento, de la idea y del ingenio (el hilo). El Minotauro y Teseo pelean, fuerza e instinto contra técnica e idea luchan a muerte, sólo uno puede vencer, y ese lugar donde pelean, el lugar de donde un vencedor surgirá, el laberinto es el Logos, la razón, la verdad. Y los griegos eligen a Teseo vencedor: eligen la idea y la racionalidad contra los impulsos y las pasiones como el camino hacia el conocimiento, hacia la salida verdadera y única de ese logos que es en verdad un laberinto

Un poema de Villaurrutia

Variaciones de Colores

Rojo y gris,

verde y rojo

y amarillo el tapiz

y rojo tu sonrojo.

Es este cielo gris,

la calzada de un rojo

húmedo, hojas muertas,

amarillo el tapiz

y verdes las ramas alertas…

Tu corazón es rojo

mi pensamiento es gris

amarillo el crepúsculo

amarillo el tapiz.


-¿Excelente no?-