martes, 15 de junio de 2010

La novela: prototipos y niveles. II: El modelo lingüístico

Durante un buen rato -varios siglos digamos-, la lengua fue estudiada entendiéndola como un conjunto de reglas y categorías fijas y estables. Así, por ejemplo, existían palabras llamadas sustantivos que cumplían con ciertas funciones y nada más, existía un orden para escribir una oración y ya. Pero es muy evidente para cualquiera que le eche un ojo con algo de cuidado al lenguaje, que éste no está construido por categorías cerradas y fijas. Un ejemplo: cualquier gramática del español establece que el sujeto de una oración debe de ser una frase nominal, un sustantivo. Sin embargo, una oración como 'la perra de la maestra' tiene dos lecturas distintas: en la lectura que se refiere al animal real se respeta la regla establecida, 'la perra' es, efectivamente, una frase nominal; pero en la otra lectura es muy evidente que 'de la maestra' es el sujeto y que 'la perra' es más bien un adjetivo. De esta forma, una de las reglas canónicas del español, el hecho de que una frase prepositiva ('de') no puede ser sujeto de una oración se rompe semánticamente. El punto es que las gramáticas y los modelos más conservadores terminaban casi que con más casos de excepciones a la regla, que con ejemplos del cumplimiento de la misma. En la lengua las reglas, las clases de palabras o los usos de las mismas nunca están dados de una vez por todas. Así qué chiste.
Sobre esta línea han trabajado los modelos lingüísticos funcionales y cognitivos. Su propuesta básica es que la forma como producimos y comprendemos el lenguaje se debe a un proceso cognitivo de categorización. Ordenamos el mundo, lingüísticamente, a través de procesos de generalización y discriminación (de parecidos y diferencias) con los que se establecen categorías. Y estas categorías están ordenadas en torno a nuestro primer término: el prototipo. El prototipo es el elemento más representativo de una categoría, el más común para un grupo de hablantes. Si yo salgo a la calle, por ejemplo, y alguien me dice 'cuidado con la popó del pájaro' es muy probable que yo, al escuchar la palabra 'pájaro' me imagine un animal que vuela, más o menos chico, café tal vez y que hace ruido, en vez de una cotorra Kramer (que nunca he visto) o un Bengalí rojo (lo mismo). Y así, cada vez que escucho 'pájaro' en un contexto poco específico, activo esta imagen en la mente. En la categoría de las aves hay elementos más prototípicos, un gorrión o una paloma, y elementos menos prototípicos como un pingüino Magallanes.
Bueno, pues esto mismo ocurre en todos los sectores de la lengua, en donde, por ejemplo, hay oraciones más prototípicas (Sujeto-Verbo-Predicado) y oraciones menos prototípicas (véase cualquier poema de Góngora), sustantivos más prototípicos, 'juan' o 'el perro', y sustantivos menos prototípicos, 'verde'. Las categorías se constituyen, por lo tanto, de miembros prototípicos y miembros periféricos, y esto depende, obviamente, de nuestro mundo y nuestra experiencia de éste como hablantes de una lengua. Por eso los esquimales tienen más de veinte voces para decir 'nieve' y en otros lugares tienen más de veinte voces para decir 'palmera'. Otro de los términos, el de efectos de prototipicidad, quiere decir casi lo mismo, simplemente abre el espacio para que el prototipo no necesariamente exista sino que pueda ser una abstracción. Quizá yo no pensé en ningún pájaro en particular sino que en mi mente se activó un esquema con las características básicas y comunes de un pájaro.
Suficiente de prototipos. Hay un tercer concepto del cual quiero hablar, se trata de otro de los mecanismos a través de los cuales nos comunicamos de forma más o menos efectiva: los niveles. Según este modelo lingüístico existen tres niveles: un nivel superordinado, un nivel básico y un nivel subordinado. Si yo digo 'vi un perro', la mayor parte de los hablantes del español me entenderá, si digo 'vi un animal' se me entenderá pero faltará información en la comunicación, y si digo 'vi un boxer' es muy probable que quienes no sepan que boxer es una raza de perros no me entenderá. El segundo caso fue muy general, el tercero muy particular y el primero fue básico. La mayor parte del tiempo nos comunicamos en el nivel básico pues es el más efectivo y en el que se activan más prototipos. Los otros dos niveles tienen usos e importancia también, pero es indudable que el nivel básico es el que nos abra más posibilidades comunicativas.
Lo que en mi opinión es interesante de este modelo es que en vez de tratar de establecer límites claros entre categorías de la lengua, y etiquetar de "excepciones" todo lo que no entre en ellas, parte de la base de que no existen estos límites y establece un modelo teórico que surge de esta condición y que trata de explicar las razones por las que esto ocurre y cómo, pesar de que las categorías sean difusas, es posible la comunicación.

La novela: prototipos y niveles. I: el problema

En la cultura occidental actual, casi todos los que alguna vez han leído, han leído una novela. Es un género extremadamente popular y variado, todo público lector tiene una idea de lo que es una novela, lo sabe. Pero el problema viene cuando intentamos definir qué es una novela. La definición mas común es que es un relato de ficción escrito en prosa de más o menos larga extensión. Pues bien, cualquiera que haya leído suficientes novelas como para tener la curiosidad de saber lo que es sabrá que esta definición no basta: no todas las novelas son largas, para empezar, no todas están escritas en prosa pues las hay escritas en verso (Eugenio Oneguin de Pushkin, por ejemplo), y la distinción entre ficción y no ficción es sumamente problemática pues la línea donde se juega es demasiado delgada, además, existen novelas autobiográficas, entre otros tipos, en donde esta otra característica se vuelve inválida.
Además, la novela es un género rarísimo: dentro de una novela pueden haber otros géneros metidos (poemas, cartas, diarios, etc...), puede tratar de temas de lo más diverso, no existe una regla fija en cuanto al orden de la trama, ni en cuanto a la duración del relato. Y es que todo parece indicar que esa es la única característica fija de la novela: la apertura y la posibilidad; cuando haces un soneto no tienes muchas opciones, cuando haces una novela todo lo contrario.
Es por eso que me propuse trasladar un modelo lingüístico al mundo de la novela, sólo para ver qué pasa. El modelo es llamativo para esto justamente por que parte de la base de que las categorías lingüísticas y semánticas, como los géneros literarios, son categorías difusas, sin límites claros y fijos. No es que me proponga hacer una teoría de la novela sino un juego, una posibilidad de ver como la novela, como género literario, se resiste a una definición exacta y que abarque todas las novelas particulares pues no es ni tiene que ser, de entrada, un género con moldes fijos sino que justamente logra su característica genérica en la apertura formal, argumentativa y temática. A ver que pasa.