viernes, 1 de abril de 2011

Crónica: Haight Ashbury, Montmartre y el Pueblo Vaquero



El fin de semana pasado fui a Haight Ashbury, el llamado barrio hippie de San Francisco. Empecemos por no mentir: el lugar está chingón. Lo tienen muy bonito: hay buenas librerías, cafés chingones y bares divertidos. Pero de hippie no tiene más que la apariencia.
En realidad no sé podía esperar nada diferente, a fin y al cabo, eso es exactamente lo que pasa con la mayor parte de los lugares que alguna vez albergaron ideas contraculturales. Se vuelven, como diría Juan Villoro, parques de atracciones fuera del tiempo para turistas ilusos e "intelectuales". La única diferencia entre Haight Ashbury y Union Square, entre Montmartre y Champs-Élysées es lo que venden. Hampstead, Haight, el East Village: en todos pasa lo mismo. Dysneylandias del contraculturalismo.
[Interrupción: de la Condesa no voy ni a empezar a hablar. En este punto, el lector puede elegir entre dos alternativas: a) tomar todo lo que digo, agregarle meseros insoportables que se creen modelos del río de la plata y multiplicar todo a la potencia que sea; o b) aplicar el viejo truco de "ojos que no ven, corazón que no siente" y seguir adelante.]
Estos lugares, otrora distintos, se vuelven pretexto para vender mantas budistas e inciensos bajo el estandarte de la autenticidad y la diferencia, sólo por que fueron comprados en Haight. Para no hacernos tontos, sólo son otro sitio turístico en donde se puede comprar un souvenir de lo que alguna vez representó una idea y una forma de vida. De eso sólo queda el precio.
Y la realidad es que los dueños de esas tiendas y todos aquellos que mantienen el lugar así no tienen la culpa: para ellos, vender libros anarquistas y atrapasueños es sólo un mercado más. Los ilusos son los que salen de Montmartre con una acuarela que mi primo Paco puede pintar, o de Haight Ashbury con un tatuaje, ocho onzas de marihuana y El Capital. Tan triste como ir a Cuba y regresar disfrazado del Che.


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