Por su singular
capacidad y característica de imaginar y evocar mundos muy distintos al actual,
se puede decir que la narrativa de ciencia ficción se basa, como lo han venido
argumentando a lo largo de los años críticos como Darko Suvin y Fredric
Jameson, en una dialéctica de la identidad y la diferencia. En efecto, esto es
a lo que se refiere Suvin, por ejemplo, al argumentar que la ciencia ficción
“podría diferenciarse […] por el dominio o la hegemonía narrativa de un ‘novum’ […] validado mediante la lógica cognoscitiva”
(Suvin, p. 94). El novum,
concepto central de su teoría de la ciencia ficción, puede aparecer en
distintos niveles (agente, medios tecnológicos, etcétera) pero siempre será
central al texto. Esto quiere decir que es precisamente la aparición del otro
lo que caracteriza, más que cualquier otra cosa, a este género narrativo.
Nunca me abandones del inglés Kazuo Ishiguro nos presenta un mundo
narrativo distópico en donde el novum se manifiesta en términos agentivos: el personaje del clon[1].
Las características distópicas de la novela surgen, justamente, de la relación
violenta entre un grupo de poder, los humanos, y otro grupo considerado
pseudohumano y utilizado para
extraer órganos vitales, los clones. Puesto que me parece acertada la
aseveración de Suvin al decir que “el valor cognoscitivo de toda ciencia
ficción […] está en su referencia analógica al presente” (Suvin, p. 111), trataré de comparar, en las siguientes
páginas, la relación violenta entre un grupo de poder y un otro que plantea la
novela con la forma como se ha venido consolidando el mercado global de
órganos. Para esto seguiré el trabajo del antropólogo americano Lawrence Cohen.
Así, empezaré por analizar algunos aspectos de la novela de Ishiguro para luego
esbozar una comparación con algunas características del mercado de órganos
actual que nos enseña Cohen. La idea que subyace a este trabajo es, por
supuesto, la creencia en que la ficción nos enseña que “cualquier mundo y
cualquier entidad del mundo podría ser o pudo haber sido diferente de lo que
es” (Dolezel, p. 311), siendo así un vehículo de reflexión para su
transformación.
Como ya mencioné antes, Nunca me abandones plantea un mundo en donde los humanos crean clones
–idénticos a ellos– para luego
extraerles sus órganos vitales y curar enfermedades. La novela es narrada por
Kathy, una mujer clon que recuerda su vida y nos lleva a lo largo del proceso
como ella y sus amigos fueron descubriendo su realidad. Cito, para empezar, una
explicación que les da una maestra humana en algún punto de su infancia:
Os haréis adultos, y luego, antes de que os hagáis viejos, antes de que
lleguéis incluso a la vida mediana, empezaréis a donar vuestros órganos
vitales. Para eso es para lo que cada uno de vosotros fue creado […]. Se os
trajo a este mundo con una finalidad, y vuestro futuro, el de todos vosotros,
ha sido decidido de antemano. (Ishiguro, p. 107)
Un primer rasgo de violencia surge, entonces, de la falta de alternativas
que tienen los clones, encubierto, además, por ese tabú de “donación” utilizado
para esconder la realidad de que, como se dice allá arriba, este grupo de
personas no tiene y no puede tener ninguna otra alternativa. Sin embargo, lo
que verdaderamente explica la forma como los humanos oprimen y hacen vivir a
los clones –como productores de partes corpóreas–, tiene que ver con que los
consideran pseudopersonas, menos que humanos, cosa que resulta conflictiva para
el lector puesto que nosotros sabemos que lo contrario ya que la novela nos la
está narrando una clon:
Así que estás esperando […] esperando a que llegue el momento en que
caigas en la cuenta de que eres diferente de ellos; de que hay gente ahí fuera,
como Madame, que no te odia ni te desea ningún mal, pero que se estremece ante
el mero pensamiento de tu persona –cómo te han traído al mundo y porqué–, y que
sienten miedo ante la sola idea de que tu mano pueda rozar la suya. (Ishiguro,
p. 54)
La violencia con la cual se trata al otro,
entonces, surge de la concepción de que el otro es un poco menos que humano y
es, por ende, utilizable en cuanto a su materialidad pero indeseable en cuanto
a su persona. Es de esta concepción del clon de la cual surge otro rasgo de
violencia: la distancia y la segregación. Como le explica la directora a Kathy:
Se abrían ante nosotros [los humanos] todas aquellas posibilidades
nuevas, todas aquellas vías para curar enfermedades antes incurables. Esto fue
lo que más atrajo la atención del mundo, lo más ambicionado por todas sus
gentes. Y durante una larga etapa el mundo prefirió creer que los órganos
surgían de la nada. (Ishiguro, p. 322)
En efecto, a lo largo de la novela vemos muy
poco contacto entre Kathy y sus amigos y los humanos: primero viven encerrados
en la escuela, luego solos en el campo vacío y luego pasan su corta vida adulta
en los hospitales. Pero esto tiene que ver –ahora lo entendemos– con el deseo
que tienen los humanos de tener “órganos […] de la nada”, de su deseo de
desconocer y mantener oculto al otro al que se esta descorporeizando
continuamente. Al final, la violencia es el resultado del intento de un grupo
de poder por asegurar la vida a costa de la vida del otro:
Por incómoda que pudiera sentirse la gente en relación a vuestra
existencia, lo que le preocupaba abrumadoramente era que sus hijos, sus
esposas, sus padres, sus amigos, no murieran de cáncer, de enfermedades
neuromotoras o del corazón. De forma que durante mucho tiempo se os mantuvo en
la sombra […] trataban de convencerse a sí mismos de que […] erais menos que
humanos. (Ishiguro, p. 322)
Ahora, si bien es común la idea de entender la ciencia ficción como un
género con vistas a predecir el futuro al crear mundos distintos y
tecnológicamente más avanzados que este, quiero sugerir en este trabajo,
siguiendo a Suvin y a Jameson, que la principal función de este género es
mostrar el presente como historia y las consecuencias críticas que esto
conlleva. Como dice Fredric Jameson, la función de la ciencia ficción “no es
darnos ‘imágenes’ del futuro […] sino desfamiliarizar y reestructurar la
experiencia de nuestro propio presente [ya que] es el presente […] lo que se
nos ofrece, al regresar de las construcciones imaginarias de la ciencia
ficción, como el pasado de un mundo futuro” (Jameson, pp. 286-87)[2].
En este sentido, me parece que se puede hacer una lectura de Nunca me
abandones como una crítica a ciertas
prácticas características de la forma como se ha consolidado el mercado de
órganos mundial, en especial en lo que se refiere al conflicto y la violencia
entre grupos sociales. Así como en la novela un grupo es sistemáticamente
desintegrado corporalmente por otro a través de prácticas violentas, hoy vemos
como “zonas urbanas y rurales marginadas […] se han vuelto los centros de
órganos para una industria […] poderosa” (Cohen, p. 13)[3]
que los vende a quien pueda pagarlos. En este caso, la división económica y
social de buena parte del orbe determina qué grupos pueden comprar o “recibir
una donación” y qué grupos se ven obligados a vender o “donar” órganos vitales[4].
La violencia, entonces, se da en al menos tres planos: en la falta de
alternativas de un gran sector de la sociedad, en la conversión del cuerpo en
una comodidad y en el desconocimiento y la exclusión de los orillados a vender
por el resto de la sociedad. Si en Nunca me abandones los clones eran sujetos a “donar” ya que, como
vimos, eran considerados “menos que humanos” (p. 322), en la actualidad vemos
como masas de marginados –esa “porción redundante de la humanidad” (Bartra, p.
24) como la llama Armando Bartra–, se ven obligados a vender a causa del
desempleo generalizado y el endeudamiento, o incluso son robados de sus órganos
justamente por que son considerados, como los clones, pseudopersonas casi
inexistentes. La falta de alternativas, planteada institucionalmente en la
novela, es una realidad sistemática para muchas personas. En un mundo donde los
excluidos abundan, vemos “la existencia
de los pobres transformada en un banco de órganos para los
económicamente más pudientes” (Cohen, p. 25)[5].
Esto, además, viene acompañado de
una negación total de parte del resto de la sociedad ya que mientras mayores
sean los patrones de reclutamiento de órganos de las clases marginadas del
mundo, más fácil es pensar –tal como lo querían los humanos de Nunca me
abandones– que los órganos, mientras tengas
con qué pagar, surgen de la nada. Es entonces cuando se repite, en los
testimonios que Cohen recupera, esa terrible frase: “¿Por qué tendría que poner
en riesgo a alguien de mi familia cuando puedo simplemente comprar un riñón?”
(Cohen, p. 15). Por supuesto, por que, igual que en Ishiguro, el órgano
recibido “no lleva marca del otro cuerpo del cual fue cortado” (loc.
cit.)[6],
por que mientras exista una parte de la población, un otro, sistemáticamente
orillado y escondido, un grupo podrá extender su vida a costa de la de ese
otro.
Los clones de Ishiguro no tienen opciones de vida, viven escondidos y
alejados, sirven para dar vida a otros. A una conclusión parecida llega Cohen:
“las personas diferentes –distinta familia, desconocidos, alejados en términos
estructurales o espaciales– son desintegrados y sus partes incorporadas”
(Cohen, p. 23)[7]. Un grupo
viviendo a costa de otro grupo humano, posibilitado por un sistema económico y
social que hace fácil que este último se mantenga en la sombra: como los
clones, alejados en la marginalidad urbana y rural, escondidos de la
“realidad”. Para concluir, podemos recordar las palabras de Madame a Kathy:
“Cuando te vi […] vi también un mundo nuevo que se avecinaba velozmente. Más
científico, más eficiente. Sí. Con más curas para antiguas enfermedades. Muy
bien. Pero también más duro. Más cruel” (Ishiguro, p. 333).
Facultad
de Filosofía y Letras, UNAM,
Agosto, 2011.
Bibliografía:
- Bartra, Armando, El hombre de hierro. Los límites sociales y naturales del
capital, UACM/Ítaca/UAM, México, 2008.
- Cohen, Lawrence, “The Other Kidney: Biopolitics
Beyond Recognition” en Body and Society, Sage, London/Thousand Oaks/Delhi, 2001, pp. 9-29.
- Dolezel, Lubomír, Heterocósmica. Ficción y mundos
posibles, Arco/Libros, Madrid, 1999.
- Ishiguro, Kazuo, Nunca me abandones, 3ªed, Anagrama, Barcelona, 2011.
- Jameson, Fredric, Archaeologies of the Future. The
Desire Called Utopia and Other Science Fictions, Verso, London/NY, 2007.
- Moylan, Tom, Scraps of the Untainted Sky: Science
Fiction, Utopia, Dystopia, Westview,
Boulder, 2000.
- Suvin, Darko, Metamorfosis de la ciencia ficción, FCE, México, 1984.
[1] Entiendo
mundo distópico (o de características distópicas), siguiendo a Tom Moylan, como
un mundo narrativo que tiene la “habilidad de reflejar formas del mal social y
ecológico como sistémicas” (Moylan, p. xii) al mundo creado (“[the] ability to
reflect upon causes of social and ecological evil as systemic”).Todas las
traducciones a textos en inglés son mías.
[2] “Not to give
us ‘images’ of the future […] but rather to defamiliarize and restructure our
experience of our own present [since] it is the present moment […] that upon
our return from the imaginary constructs of SF is offered to us in the form of
some future world’s remote past”.
[3] “Urban slums
and rural hinterlands […] have become organ supply centers for a powerful […]
industry”. En este capítulo, Cohen trata con testimonios de India en
particular, reconociendo, sin embargo, que se trata de un problema a nivel
global.
[4] La
compra/venta ilegal de órganos funciona, según Cohen, a través de “dealers” con
ligas a hospitales y clínicas que
median entre pacientes dispuestos a comprar y población dispuesta a vender o
que es, a menudo, extorsionada (por deudas, etc…) a hacerlo. A partir de esto
surgen distintas prácticas, por ejemplo, el que el vendedor se haga pasar por
amigo y “donador” del paciente. La compatibilidad entre órganos se ha vuelto
relativamente fácil gracias a un medicamento inmunosupresor llamado Ciclosporina que suprime la diferencia entre cuerpos y con la
cual sólo es necesario una prueba de compatibilidad de tejidos en vez de una
relación biológica con el donante, como antes.
[5] “[The]
existence of the poor transformed into an organs bank for the better-off”.
[6] “ Why should
I put a family member at risk when I can just buy a kidney?”; “bears no trace
of the body from which it was cut”.
[7] “People
unlike oneself –not kin, not cared for, far away in structural or spatial terms–
are disaggregated and their parts incorporated”.
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