viernes, 2 de julio de 2010

Los hombres de negro o de cómo los árbitros dejaron de ser suficiente

A lo largo de este Mundial se ha avivado una polémica que ya tiene tiempo que empezó a sonar pero que la FIFA ha, por lo general, ignorado. Se trata de la polémica en torno al uso o no de tecnología como complemento al trabajo arbitral. La situación es esta: en Sudáfrica 2010 hemos presenciado una serie de errores arbitrales que, para no perder la compostura, calificaré como graves. A esto se le unen ecos de otras competencias y otros partidos, el caso de la mano de Henry contra Irlanda o la mano (atajada) de Piqué contra el Chelsea en la semifinal de la Champions del 2009. Y es que el fútbol ha cambiado mucho, se ha vuelto un deporte muy físico, de mucha potencia y velocidad, lo cual hace evidente que tres árbitros no puedan contra el ritmo de 22. La polémica, además, está muy latente pues el fútbol se ve presionado por el exitoso implemento de tecnología como complemento al trabajo arbitral en otros deportes, caso del americano, del tenis e inclusive del beisball.
Pero entonces ¿por qué tanta resistencia? Bueno, aquéllos que no quieren el uso de la tecnología defienden ciertos argumentos de los cuales hablaré ahora. Uno de ellos es aquél que dice que con la tecnología se perdería la pasión del juego y argumenta, además, que los periodistas se quedarían sin trabajo. En mi opinión, este argumento no pasa de ser un lugar común que alguien dijo y muchos han copiado pues basta ir levemente más a fondo para contrarrestarlo. Si Jose Ramón y Dunga realmente creen que la pasión del fútbol está en el hecho de que el árbitro se equivoque catastróficamente pues bueno, pero eso es una mentira. La pasión está en el juego, en los jugadores, en los goles, en el ganar o perder; los niños, por ejemplo, no necesitan un árbitro y mucho menos los errores de éste para que exista pasión en la cascarita. Y los periodistas, por su parte, tendrán mucho de que hablar: el análisis del partido, de ciertos jugadores, del técnico, del planteamiento táctico, de los goles y de un montón de cosas más que, por otra parte, son mucho más agradables en comparación al recuento de las fallas arbitrales.
Otro de los argumentos de aquéllos que no quieren la tecnología es el del factor humano. Según esto la tecnología haría desaparecer el carácter humano del juego, dicho sin eufemismo, desaparecería el error. No es cierto. El error seguiría existiendo ya que ni los jugadores serían sustituidos por robots, ni el técnico por un androide, ni las porterías por boligomas de xenón y helio; es decir que los jugadores, los técnicos e incluso los árbitros (pues obviamente no todas las jugadas podrían ser revisables) se seguirían equivocando pues usar una televisión no significa cambiar el fútbol por un deporte tipo Star Wars. Simplemente se trata de corregir aquellos errores graves que marcan el destino de un juego, aquellos errores que perjudican a una de las partes involucradas y que manchan el desarrollo de un partido e incluso de un torneo.
El hecho de que muchas de las jugadas sean muy apretadas, incluso con repetición, es otro de los argumentos (se lo escuché hoy a Fernando Palomo de ESPN). Pero la solución ya la descubrió el americano: si no hay evidencia incontrovertible, la jugada permanece tal y como se marcó, punto. Y, finalmente, está el argumento de la fluidez del juego. Pero bueno, creo que además del tiempo que se desperdicia en reclamos ante jugadas polémicas (el cual podría ser utilizado para revisar la jugada), se podría reponer el tiempo perdido en el espacio de compensación al final de cada tiempo. Por otra parte, creo que se podría reglamentar (igual que en el americano) la cantidad de retos por equipo así como el tipo de jugadas retables (goles anulados como el de Lampard o goles inválidos como el de Tévez, por ejemplo).
A final de cuentas, la polémica entre aceptar la tecnología en el fútbol o no hacerlo es sólo otra manifestación de un choque que ocurre en los más diversos ámbitos culturales a través del tiempo: el choque entre tradicionalismo (no tradición, ojo) y cambio. Por poner dos ejemplos rápidos se me ocurre el rompimiento de las vanguardias artísticas de principios del XX ante los estrictos patrones y moldes estéticos que el establishment y las academias heredadas del neoclasicismo defendían, o la lucha a lo largo del siglo XIX en varios lados del mundo entre liberales y conservadores en donde los primeros proponían nuevos caminos en cuanto al manejo político y económico ante un mundo cada vez más cambiado. Trasladándolo al fútbol, se trata de una diferencia entre quienes piensan que el fútbol es como es y no debe cambiar por que así fue creado y quienes piensa que dado que el fútbol fue creado en un lugar y un tiempo y no cayó del cielo, éste implica errores y cambios a los cuales se pueden y se deben ajustar las reglas del juego.
Y es que no se trata de usar la tecnología sólo por el hecho de que se pueda hacer. Es decir, nadie está pidiendo que se pinte el pasto de la cancha de morado sólo por el hecho de que se pueda. No va por ahí la cosa. La tecnología se debe usar, en mi opinión, por que representaría un avance hacia un elemento intrínseco a todo juego exitoso: el de la paridad, el de la justicia. Y es que no puedo estar de acuerdo en aceptar el tipo de errores tan trascendentes que hemos visto a lo largo del Mundial argumentando que así es el fútbol. Así es el fútbol, efectivamente, pero eso no significa que así tenga que ser. Como dijo Jonathan Dollimore, "no tuvo que ser como fue y hoy tampoco tiene por qué serlo", es momento de pensar en soluciones y en cambios ante un sistema arbitral que es, hoy, claramente disfuncional. Y, en mi opinión, el uso de tecnología es una propuesta válida e interesante que nos podría acercar, realmente, al deseo de todo buen aficionado a este brillante deporte: el deseo de que gane el mejor.

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